En las últimas tres semanas he estado usando la Surface 3 como mi ordenador principal en casa. He editado fotos, publicado artículos, tomado notas sobre PDF en entrenamientos del trabajo. He navegado la web, Facebook donde he estado participando últimamente en grupos dedicados a la fotografía, otras de mis grandes paciones a la que le estoy dedicando más tiempo ahora donde mi madurez y eventos en mi vida han tomado las riendas para mostrarme lo que había perdido de ver por vivirla en una carrera sin fin.

He regresado a usar el Surface PRO 3. La Surface 3 tiene muy buenas cualidades que aprecio mucho tales como el eterno silencio indicativo de la falta de ventilador, su capacidad de apenas calentarse, su tamaño y peso, ideal para llévarla en mi mochila cargada ya con mis lentes, cámara, flash y otros accesorios. He regresado al PRO 3.

¿Por qué? Pues porque el procesador Atom aunque lo disfracen de un bello corcel sigue siendo poco más que una mula. Y digo mula porque este animal es aún usado para transportar cargas en muchas partes del mundo, es útil. Atom cubre las necesidades de muchos de nuestros lectores. Pero alguien que toma notas en tinta sobre un PDF necesita que el lápiz trabaje como un lápiz y no que uno escriba y la tinta aparezca después de unos segundos. Que uno apriete un botón y trabaje y no lo vuelva a apretar pensando que no lo apretó bien la primera vez.

Intel ha avanzado mucho desde la primera versión de Atom que tuve oportunidad de probar hace ya probablemente más de 5 años. Con aquella versión se podía cocinar un huevo y la batería apenas daba para 2 horas. Esta versión en la S3 no se calienta y la batería pasa de las 7 horas.

En general, mi experiencia con el Surface 3 no ha sido negativa pero no ha sido placentera. Mis necesidades no se acomodan a ese procesador. No es culpa de la máquina sino del que la usa. La Surface 3 no es para mí.

Descansa en paz.