Si recordáis la entrada anterior, uno de los requisitos que marqué para un tablet veraniego  fue que resultara barato, para que doliera menos su destrucción accidental o su pérdida o saqueo. Eso no quita para que tratemos de impedirlo por todos los medios, y también para no gastarnos varios dinerales en intentarlo

Para empezar, una funda. Mejor que sea dedicada y de precio controlado, para que no baile. No tiene que ser nada realmente blindado, por la sencilla razón de que la tecnología AnyPen del Yoga 2 implica proteger la pantalla muy bien, porque se supone que la vas a emplear hasta con un tenedor. Además, la calidad de construcción es muy buena para el precio que tiene.

Costo: 25 euros en Amazon. Razonable.

Problema: no es suficiente cuando va dentro de una mochila que, a su vez, va a recibir golpes y en la que bailan libros, cuadernos, estuches, herramientas, etc.

Solución: una tienda de todo a 100. Un tupper.

FOTO DEL TUPPER CON LA TAPA ABIERTA

Tal cual. 2 euros de buen plástico de más de 2mm de grosor y peso contenido. Dentro de él cabe el Yoga 2, el teclado plegable (del que volveré a hablar, mi fabuloso iGo Stowaway de 2006}, el cargador y alguna cosa más. Todo junto está amortiguado, no baila (gran cosa)… y aguanta yoyas importantes porque, al ser más alto que el tablet, todo el canto va a resistir un impacto frontal, y ahí hablamos de 50mm.

Una goma elástica para que no salga volando la tapa, y listos.

FOTO DEL TUPPER CON LA TAPA CERRADA

La tapa ofrece la ventaja adicional de servir de base para emplear el tablet como laptop, pero eso queda para la entrada del teclado.

Así protegido, estoy saliendo al campo sin miedo ninguno. La mochila se ha llevado algún trastazo inevitable, y el tupper ha cumplido su función con honores. De hecho, tiene una función secundaria antirrobo: ¿Quién va a llevar nada de valor dentro de un «tupper de los chinos»?

En la próxima entrada cubriré la protección del equipo contra el agua, ese elemento.