Y no es pequeña, para aquellos que usamos más de un monitor. Os cuento detrás del corte.

Hace unos días escribí una entrada sobre cómo mantener una resolución aceptable cuando en Windows 8.1 tenemos monitores con grandes diferencias en las DPI de sus paneles. Léase tener una Surface Pro 3, o cualquier otro ordenador cuya pantalla principal sea de alta densidad.

Pues bien, tal y como lo esperábamos, Windows 10 trae la posibilidad de tener DPI independientes para cada monitor.

No os imagináis lo pichi que me he puesto cuando he visto que en avanzado podía cambiar el % de ajuste para cada monitor.

Dicho y hecho.

Funciona.

Salir y volver a entrar.

Cojonudo.

Cada monitor con su resolución nativa y sus cosas a su tamaño natural.

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Permitidme ser un poco “colorista”:

¡¡Y UNA MIEEEEEEEERDA!!

En mi triste vida he visto algo tan pobre. Sí, el monitor principal se ve bien, muy bien. Pero los de baja DPI se ven asquerosamente borrosos. Se ven tan borrosos que te mareas.

De verdad, da asco. Por lo menos en mi Lenovo W550s y mis dos monitores (uno de ellos un BENQ de los caros). Y con la Surface Pro 3 también.

No os puedo poner una captura porque en las capturas se ve bien, y una foto no hace justicia.

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Pero lo peor no es eso, lo peor es que, incluso con todos los monitores puestos al 100% de tamaño, los secundarios se siguen viendo sensiblemente peor que en Windows 8.1

Como si no tuvieran el ClearType activado (que sí lo tienen).

Me da la impresión que lo que está haciendo ahora Windows es dibujar todo el contenido con los DPI del monitor mayor y luego re escala a menos DPI, con lo que todo queda borroso y asqueroso de ver. Y no hay forma de volver al modo Windows 8.1, o al menos no la he encontrado.

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En fin, chapucero eres, chapucero morirás. En otro momento hablaré de otras cienes y cienes de pifias más. Windows 10 está muuuuy verde. Ya veremos qué pasa cuando la gente empiece a usarlo en serio.