Como habéis visto, Mahjong ha creado una serie corta de post extensos, analizando en profundidad su experiencia con el Surface Pro 3 que nos han prestado. Para complementar esto, lo que voy a hacer estos días es crear una serie de posts rápidos sobre aspectos puntuales de mi experiencia con el equipo.

La pata de cabra del Surface Pro 3 es una de sus características más destacadas. El problema es que surge en un cambio de época

Cuando se hacía la mili con lanza, los gordos no nos ocultábamos, ni nos avergonzábamos. En términos de Microsoft, pensad en un orondo y calvo Ballmer en el escenario. No penséis en lo que decía, sino en su presencia física. No había ningún problema en que el colega estuviera de buen año, como lo estaba y lo está una parte de nuestra población.

Pero en esta segunda década del XXI, vivimos la dictadura de la perfección física. Más las mujeres, pero ahora también los hombres. Culturalmente es muy interesante: en tiempos, estar gordo era señal de tener dinero para pagar la comida; ahora, estar delgado y perfecto es señal de tener tiempo y dinero para cuidarnos, gimnasio, etc.  Ahora el gordo (y peor, la gorda), vive su realidad de manera vergonzante. O, como poco, lo lleva mucho peor para salir a un escenario a hacer demos y soltar charlas sobre los nuevos productos.

Esto nos lleva a la Surface Pro 3. Para alguien delgado, es perfectamente usable encima de las piernas. Lo sé porque acabo de hacer la prueba con mi señora, que es esbelta y juncal. Esto es lo que me ha respondido, escribiéndolo con el SP3:

Lo cierto es que me da la sensación de que se me puede caer. No sé…. No sé qué decirte. Por una parte, parece cómodo, pero por otra tengo la sensación de que se me va a ir. No sé. No está mal, pero creo que yo lo usaría poco así.

¿Quién dijo miedo? Pues mi señora, para empezar. La experiencia de uso de la pata de cabra es lo suficientemente diferente a los equipos con clamshell que le ha preocupado que un equipo en préstamo saliera lanzado cual saltador de esquí en año nuevo y le dieran 80 puntos por caída de canto.

Pero lo cierto es que estaba perfectamente anclado, con espacio de sobra entre el inicio de sus piernas y la rodilla. Mi caso, como alguno sabéis, no es el mismo: mi tripa (en proceso de reducción, por cierto) exige su espacio.

Hay una solución universal: aumentar el ángulo de la pata de cabra. Con poco ángulo, el peso del tablet amenaza con vuelco. Es muy fácil saber qué ángulo mínimo hay que poner: basta con abrir la pata de cabra hasta que puedas dejar el equipo con teclado encima de las piernas y se quede firme sin hacer tú nada.

Es un problema de fe, o de desconfianza, ante una experiencia nueva. Estamos acostumbrados a un formato clamshell, el portátil de toda la vida cuyo peso descansa en la base y no en la pantalla. No estamos acostumbrados a que una pata de cabra proporcione la estabilidad. Y da miedo, claro. Más de 1000 euros de miedo.

Pero si nos aseguramos que el ángulo de la pata de cabra es suficiente, nuestro flamante equipo estará más estable que los 2-en-1 cuyos teclados no incorporan una segunda batería y, por lo tanto, cuyo peso descansa más en la parte tablet.

Superada la prueba de fe en la pata de cabra, queda la cuestión del espacio. Aquí no hay tanto margen, porque el espacio es el que es. La solución que he encontrado para trabajar con comodidad es apoyar la pata de cabra justo encima del menisco, del inicio de la rodilla, asumir que el ángulo es el adecuado para que no salga volando con facilidad y apoyar las palmas de las manos en el lateral del teclado, más incluso de lo que se suele hacer con un portátil. De esta manera, dejo margen a mi panza, el equipo está estable (¡Mira, mamá, sin manos!) y puedo escribir sin caer en el modo gárgola que dice Rafa.

Bueno, para no caer en el modo gárgola, mi presbicia y yo necesitamos ayuda. Menos con metro, más con win32. De eso hablaré en el próximo post